Hace varios meses invité a unos amigos con sus hijos a mi casa, mi reunión tenía dos propósitos: que los adultos nos distrajéramos mientras que los niños jugaban. Pedimos unas pizzas, los niños jugaron como locos y los adultos no nos distrajimos ni un minuto. En la reunión me pude dar cuenta que si bien las tres parejas de padres teníamos el mismo objetivo: Que mi hijo disfrute pero que se comporte “adecuadamente”, todos teníamos maneras distintas de lograr el comportamiento adecuado, y lo que era adecuado para un padre no lo era necesariamente para el otro. Te apuesto que la situación te suena familiar.
Obviamente los niños sacaron todos los juguetes, el cuarto de Cami parecía un campo de batalla. Por esos días estaba tratando de que Cami aprendiera a ordenar su cuarto luego de jugar, lo cual aún no he logrado por completo. Al estar con amigos no decía nada pero cuando ya estaban por irse, dije: Cami, hay que ordenar. Lo dije sin pensar, no esperaba que mis amigos o sus hijos se pusieran a ordenar. La cosa es que esta frase resonó en una de mis amigas y me preguntó: ¿Has escuchado de la educación Montessori? Yo hasta ese momento no sabía nada sobre Maria Montessori. Ella me explicó, en breve, que se trataba de criar niños independientes, y me sembró la curiosidad de saber más sobre la educación/filosofía Montessori.
Al estar interesada mi amiga me recomendó que leyera: “Montessori, A Modern Approach”, de Paula Polk Lillard. Siendo honesta me pareció un libro un poco difícil de entender, denso, pero concordaba con muchas cosas de las que hablaban. Al terminar el libro estaba maravillada, quería implementar todo, comprar todos los materiales por más que no sabía cómo usarlos, cambiar de colegio a Cami, etc. Hablo con otra amiga y le digo: No sabes, me he enamorado de la filosofía Montessori. Ella me responde: ¿Si? yo pensé que era solo una moda.
Con el pasar de los días, me di cuenta que habían miles de grupos en Facebook que hablaban de la filosofía Montessori, boards en Pinterest con actividades Montessori, materiales inspirados en el método. Al parecer el método Montessori está de “moda” y yo no lo sabía. Dato importante: El primer colegio Montessori se fundó en 1907 (“solo una moda”, no lo creo).
No soy una experta en el tema, pero en mi búsqueda de actividades Montessori, me he encontrado con artículos que no necesariamente explican la filosofía de manera correcta. Y como no se trata de copiar por copiar una “moda”, me inscribí en un curso para asistentes de guías (profesores) de colegios Montessori. Puedo reafirmar que sigo enamorada de la filosofía Montessori y que absolví muchas de mis dudas en el curso.
¿Por qué me gusta la filosofía Montessori?
La filosofía Montessori se basa en la confianza, el respeto y la paciencia. Y empieza por el ejemplo que reciben los niños en casa. El respeto hacia uno mismo, hacia los demás y hacia el entorno en el que vivimos.
El rol de los padres es guiar al niño mientras aprende por sí solo. No ofrecer ayuda si el niño no la necesita: “No lo hagas por mí, enséñame a hacerlo solo”. Lo sé, súper dificil eso de no ofrecer ayuda pero piensa que la ayuda innecesaria solo apaga gradualmente sus ganas de aprender/ intentarlo.
El niño debe recibir actividades que promueva la independencia, fomentado una actitud de “puedo hacerlo”. Un clásico ejemplo es dejar la ropa de tu pequeño en el último cajón para que él pueda elegir qué ponerse y se coloque la ropa solo. Esto puede ser difícil para los padres pues el ritmo del niño es más lento que el de un adulto, pero la espera vale la pena, sobretodo cuando ves la cara de satisfacción de tu pequeño una vez que terminó de vestirse.
Fomenta la libertad (no el libertinaje), invitándolo a hacer una actividad (no obligándolo). Es distinto decirle “¿Quieres que te enseñe cómo se hace?” a “te voy a enseñar cómo se hace”.
Resalta la importancia de un ambiente preparado. Maria Montessori en su libro, “La mente absorbente”, concluye que el niño tiene la capacidad de absorber conocimientos de su entorno como si fuera una esponja, sin esfuerzos. La única condición para que esto ocurra es que el ambiente le brinde los estímulos adecuados. El ambiente debe transmitir calma, orden y seguridad; también debe facilitar el libre acceso y la autonomía del niño.
Evita la competencia, los premios y los castigos. Los niños trabajan por la sensación de descubrimiento y satisfacción de haberlo conseguido (motivación intrínseca); los premios y castigos (motivación extrínseca) son eficientes en el corto plazo pero no ayudan a la autodisciplina. Tengo que admitir que yo era un poco reacia en este punto, hasta que escuche el concepto “consecuencias lógicas”. Todo acto tiene una consecuencia y los niños aprenden de ella: No quiere ponerse la casaca, entonces no va a poder salir porque afuera hace frío y se sale con casaca.
En un mundo ideal podríamos ser Montessorianos todo el tiempo. La realidad es que vivimos en un mundo agitado e implementar la filosofía Montessori es difícil pero no imposible. Soy consciente de que habrán situaciones en las que el tiempo me gané y tendré que ayudar a Cami más de la cuenta; o que habrán días en los que mi paciencia sea limitada porque estoy estresada y suelte una amenaza en vez de una consecuencia lógica; o que habrán momentos en los que Cami esté irritable porque no durmió bien y no quiera hacer nada. Como en todo, yo creo que la clave está en encontrar el balance y ser conscientes que no somos perfectos. La filosofía Montessori, me ha ayudado a bajar mis revoluciones (por lo menos en casa) para poder dejar que Cami experimente y aprenda a su ritmo.
Si la filosofía Montessori no te termina de convencer, tranqui, implementa lo que te gusté de este post y descarta lo que no.
Ambiente preparado
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